martes, 24 de febrero de 2009

C.V.

Hace un par de años, cuando se me ocurrió buscar trabajo, no tuve mejor idea que pedirle a Miconejo consejos para hacer un currículum.
(Aclaro que Miconejo es músico y no hizo un currículum nunca en su vida, pero yo en ese momento no lo tuve en cuenta)

Ninguno de los dos estaba seguro de si mentir estaba bien, y de todas formas no sabíamos que inventar. Yo tenía 17 años y mis únicos datos relevantes eran el secundario completo y que sabía usar una computadora. Así que Miconejo me sugirió que haga hincapié en otras cualidades. Y tal cual el me dijo, yo lo hice y lo repartí por todos lados.

Los datos más interesantes:

-Modelo de catálogo de Freak Models.
-Buen sentido del humor.
-Inteligente.

Y el mejor:
La foto era una de las del catálogo de Freak Models. POSANDO.


Por supuesto que no conseguí trabajo.




Igual Miconejo lindo, te amo.

martes, 17 de febrero de 2009

Puta

Yo tendría alrededor de 5 años cuando mis padres me acababan de comprar un oso de peluche negro con los ojos desnivelados y yo lo exhibía feliz en la casa de mi tía.
-¿Y qué nombre le vas a poner?
-...
-Dale, tiene que tener algún nombre.
-Teddy.
-Ay, qué grasa...

(a mi familia nunca le gustaron esos nombres boluditos que le ponen los niños a las cosas)

-Busi...

(carcajada general)

-¿Pipu?

(caras de mala onda)

-Dale, ponele un nombre decente.
-Bueno... se llama Pu... Pun... PUTA, SE LLAMA PUTA.


Y me retaron BOCHA.

viernes, 13 de febrero de 2009

Estela: "la etapa de la piedrita"

En el último año de secundaria tuve tres profesoras de lengua. La primera fue un desastre: lloró y nos preguntó si queríamos que renuncie. La segunda era agradable pero desapareció del colegio de forma misteriosa. La tercera, Estela, fue genial. Estaba loca, gritaba y nos contó de su experiencia con marihuana:

"Resulta que, hace varios años, mi hija salía con un drogadicto. A mi no me gustaba, porque por su culpa ella empezó a fumar porro. Así que un día decidí darle una lección y le dije que quería probar. Quería que mi nena me vea drogada para que se dé cuenta de lo feo que era.
Salí con ellos y fumé. Al rato me empezó a pegar y pensé que me moría, quería que me lleven al hospital. Ellos al principio se reían, después se pusieron nerviosos, intentaban calmarme.
Tuve alucinaciones con una ligustrina, pensé que eran soldados que me estaban mirando enojados porque me había drogado.
En un momento nos sentamos en el cordón de una vereda y me puse a mirar una piedrita. Le veía una cara, así que le dije a mi hija 'ya estoy en la etapa de la piedrita'. '¿Qué decís?' se escandalizaba ella y yo le decía 'daaale, no te hagas la tonta, que sabés muy bien lo que es la etapa de la piedrita'. Porque claro, yo pensaba que era una etapa del proceso de intoxicación de la marihuana, algo que pasaba siempre."

Esa mujer me entregó el diploma cuando me recibí.

viernes, 6 de febrero de 2009

El inodoro

Hasta mis nueve años aproximadamente compartí habitación con mis dos hermanos, los dos más chicos que yo. Tres años ella, seis él. Y si bien la mayor parte del tiempo nos matábamos, casi todas las noches hacíamos tregua para jugar. Y jugábamos a cosas muy locas.
El problema de nuestras diversiones nocturnas era que a mi viejo no le gustaba nada que nos estuviéramos riendo a los gritos y revoleando juguetes en nuestra hora de dormir. Lo que le sumaba emoción y adrenalina a los juegos, porque corríamos el riesgo de que en cualquier momento apareciera la autoridad a aplicar correctivos y obligarnos a descansar y dejar descansar.
Uno de nuestros juegos favoritos era el del inodoro. Personificábamos a unos niños que vivían en una dimensión paralela (la del inodoro) y atravesábamos los mundos girando sentados en el piso diciendo "ñeeeee" (el ruido del inodoro).
Era lo máximo, nos divertíamos y reíamos como locos hasta que aparecía mi papá para retarnos a los tres y teníamos que correr a la cama y ahogar la risa con las almohadas.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Lucy

Con mi buena amiga Anita, una noche decidimos comer media Lucy cada una. Nos abastecimos de golosinas, Coca Cola, panchos y Yellow Submarine para pasar un mínimo de 12 horas lisérgicas encerradas en el seguro y cómodo departamento de mi amiga, acompañadas únicamente por sus mascotas.
A la mitad del submarino amarillo Lucy empezó a hacerse notar y todo fue una fiesta. Nos reímos como locas y dibujamos a los gritos. De fondo sonaba el Sargento Pimienta y no podíamos creer lo perfecto que era todo. Trompetas y crayones. Retratos de ojos enormes. La gata sobre la mesa queriendo rasguñarnos las manos. "Es lo mejor del mundo" dijimos varias veces.
Pero un rato después se fue todo al carajo, y de reírnos a los gritos mirando un álbum de figuritas de Harry Potter pasamos a repetir a cada rato "está todo bien", al principio riendo, después temblando. Y cuando nos sentamos a ver Utilísima supimos que no había vuelta atrás.
Qué pelotudas.