martes, 28 de octubre de 2008

Bichos

Esto es muy en serio. Esta vez no pretendo ni reírme yo ni que nadie se ría de lo que me pasa. Es un problema complicado y me tiene mal, porque se agrava diariamente.
Tengo cada vez más miedo de todo, especialmente de los bichos.
Antes, cuando veía una araña, gritaba como la minita que soy y la aplastaba de un zapataso. Hoy entró una MARIPOSA al comedor y me angustié, grité, me escondí, tuve ganas de llorar.
Mientras revoloteaba sobre mi cabeza yo le gritaba a mi gata Martita que haga algo, que la atrape, que cumpla con su instinto felino. La muy pánfila la miraba como una loquita pero no movía un pelo.
Intenté mantener la cordura, pero no hubo caso, cuando estuvo a medio metro de mi cabeza me dio vértigo, no lo toleré.
Mi papá me vio tan loca que la tuvo que atraparla con una servilleta y echarla de mi casa.

No se qué hacer, no entiendo.

jueves, 16 de octubre de 2008

Hipotético

Hay algo que me tortura siniestramente en las profundidades de mi mente. Una amenaza espantosa y retorcida que me da escalofríos, para la cual no conozco ningún remedio efectivo:
Cada vez que tengo que ir a determinado lugar donde sé qué voy a tener que interactuar con desconocidos, me agarra la crisis de las situaciones hipotéticas.
No puedo controlarlo, inevitablemente me imagino las mil y un opciones horrendas que me depara el destino como consecuencia de mi dificultad para relacionarme con la gente en esas situaciones.

Para ser clara, doy un ejemplo:

-Me tengo que encontrar con una amiga en un bar, en el que ella estará reunida con amigos suyos que yo desconozco.

Lo que una persona normal haría
: se dirige al lugar. Entra, se para en un punto estratégico en el que puede observar atentamente hasta que identifica a su amiga entre los extraños. Se acerca y saluda a los desconocidos y a su amiga, que la presenta al grupo.

Pero a mí, antes de dirigirme al lugar del encuentro, las siguientes situaciones hipotéticas me invaden el cerebro y me paralizan de los nervios:

-Situación hipotética 1: Llego al bar. Miro veinte veces el cartel para estar segura de que no me equivoqué de lugar. Entro, miro la cantidad de gente que hay desde la puerta. Es tanta que no me deja pasar para buscar a mi amiga. Pánico. Huyo despavorida.

-Situación hipotética 2:
Llego al bar. Ya sé que es el lugar correcto porque tuve un papelito abollado en la mano con la dirección en todo momento y me fijé el nombre en la mente. Entro. Veo a mi amiga, que está sentada en la parte más lejana e incómoda de una mesa rodeada de rugbiers y mujeres muy bien vestidas a quienes voy a tener que pedirles permiso para llegar a mi amiga. Me pongo a llorar. Me encierro en el baño. Llamo a mi mamá o a mi novio para que me vayan a buscar. Alguien me escucha desde afuera del baño y se hace pis encima de la risa.

-Situación hipotética 3: Llego al bar. Entro. Veo a mi amiga en una mesa, charlando con alguien, rodeada de desconocidos normales. Me acerco sin decir nada. Mi amiga, que sigue charlando, no se percata de mi presencia. Los desconocidos sí y me miran pidiendo explicaciones de por qué los miro con cara de terror. Alguien me dice "¿qué necesitás?". Le contesto algo sin sentido y me voy corriendo.

-Situación hipotética 4: Una vez dentro del lugar, busco y busco a mi amiga por todos lados, pero no hay rastros. Me invaden las dudas. De repente me doy cuenta de qué hora es, y llegué tres horas antes. Todos me miran y se ríen porque yo miro el reloj, hago puchero y busco desesperadamente a mi amiga con la esperanza de que haya llegado temprano. Todos se ríen tanto que me tengo que ir, no me queda opción.

-Situación hipotética 5: Busco a mi amiga en el lugar, creo verla de espaldas. Me le acerco, la empujo un poquito y le digo "¡eeeh puto!". La chica se da vuelta y me mira desconcertada y con cara de asco. Me doy cuenta de que no era mi amiga mientras su acompañante me pregunta qué carajo me pasa y si quiero pelear.

-Situación hipotética 6: Llego al lugar con una seguridad impresionante. Me siento divina. Noto que cuando me bajo del taxi el conductor me mira sorprendido. Pienso que es porque debo estar re buena. Entro al bar, más caras de sorpresa, un poco exageradas por tratarse solamente de una chica linda. Encuentro a mi amiga, con sus amigos, me acerco al grupo e inmediatamente todos se callan. Mi amiga me mira desorbitada y me dice: "¡¡Boluda!! ¿Qué te pasó?..." y balbucea algo sin sentido, está como loca. Noto que el clima está raro, todos callados, incluso los de las otras mesas. Me miro la ropa: tengo puesta una remerita preciosa, un collar fantástico, zapatos de charol rojos y bombacha. Solamente una bombacha.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Harry Potter

Cómo muchos de mis conocidos saben, entre los 11 y los 14 años fui una fanática trastornada de Harry Potter.

En el colegio me veían como una freak y me apodaron Harry por mucho tiempo.

Todavía sigo siendo fan, pero ya no uso remeras con su cara, mi pieza no está empapelada de posters, y por suerte una pizca de sentido común me impidió tatuarme un rayo en la frente a los 13 años.

Por suerte no era la única. Una vez, mi mamá me fue a buscar a la escuela con el cuarto libro de la saga recién comprado, que yo había esperado desesperadamente.

Fuimos a la parada del micro, donde estaban unas chicas de mi colegio, más grandes, con las que nunca había hablado. Yo estaba como loca con mi libro nuevo en la mano, y de repente alguien se me acerca por detrás, me espía, y automáticamente le grita a las chicas: ¡EL CUARTO LIBRO DE HARRY POTTER!

Nos pusimos todas locas, gritamos, y armamos un club de fans. En las reuniones comíamos muchas golosinas y hacíamos ping pongs de preguntas y respuestas para ver quién sabía más de los libros. Yo gané muchas veces.

Cuando se estrenó la película, fuimos todas con las credenciales del club. No me acuerdo si algunas se disfrazaron o era otro club de fans.

En la entrega de los Oscars en la que la película estuvo nominada a mejor música y vestuario, y -injustamente- no recibió una mísera estatuilla, lloré como una loca.

Yo nunca tuve ni tengo ni voy a tener vida.